India, una curita para el alma.

Señales necesarias

Era una tarde lluviosa en Auckland, Nueva Zelanda. Tenía muchos conflictos internos, las cosas últimamente no andaban nada bien, la idea de visitar India había rondado varias veces en mi cabeza pero aún no sentía esa corazonada de ¡hazlo!

Esto implicaba dejar la vida que había construido los últimos meses, era una decisión demasiado importante y difícil, mi parte más racional me decía que más adelante…

El caso es que llovía y debía esperar 30 min por mi bus. Entré a un restaurante del sur de la India para beber un masala chai del cual tenía antojo. Me recibieron súper bien, todos eran indios, me pasaron el menú con una sonrisa, al abrirlo la primera frase que leí estaba en letra cursiva y decía : Do it now, later might be never.

¿Coincidencia? Probablemente, ¿Una señal creada por mi subconsciente? Absolutamente sí.

El empujón que necesitaba para tomar la decisión que yo sabía era la correcta, quizás no la más racional, pero sí la que necesitaba vivir, y lo más importante para mí; se sentía bien, me regocijaba.

Así que después de unos meses de un largo y doloroso proceso, empaqué mi vida en tan solo 10kg y emprendí mi viaje por Asia con el fin de llegar a la India. 

Chennai, 4:00 pm, nerviosa y un poco asustada, sabía que iba a ser muy diferente a todos los países que he visitado. Estaba en inmigración esperando mi turno, al lado derecho estaba el típico agente migratorio que te trata como criminal y al lado izquierdo estaba una adorable mujer sonriendo, me tocó la de la izquierda. Su amabilidad fue tanta que al sellar mi pasaporte y decirme bienvenida fui por mi maleta y me persiguió gritando señorita, olvidó su teléfono… Bueno, empecé despistada hahaha, con mucha más cautela salí a buscar transporte. El tráfico en este país es otro nivel de locura, el ruido y el caos son extremos, la bocina parece ser el instrumento nacional.  

En temas de higiene es sencillo, no existe. Al llegar a mi hostel bastante aturdida, en recepción al ver que estaba en un dormitorio compartido  donde yo era la única mujer y el resto locales, decidieron hacerme un upgrade para evitar que algo me pasara. Por supuesto me empecé a asustar. 

¡Me quise ir de allí cuanto antes! 

Entre Chennai y  Delhi me intoxiqué violentamente como nunca antes, entre aeropuertos, buses nocturnos en la caótica Delhi, multitud y una gastroenteritis tenaz logré llegar a donde quería; Rishikesh. Soñaba estar en un Ashram haciendo yoga y meditando pero la realidad fue muy diferente. 

India al principio fue una fuerte cachetada en la cara, estuve muy enferma, tenía una horrible infección en la garganta  que me dejó sin voz, fiebre, y para completar vomitaba todo lo que comía. La escena era, yo acostada en una cama de hostel llorando, sin voz, dolor, mucha impotencia, frustración, rabia, y algunas cucarachas pasaban cada tanto en la pared. Spoiler alert: la cosa mejora. 


Majestic, breathtaking and beautiful Taj Mahal

Moverse de situaciones que nos causan inconformidad

Después de casi dos semanas cuando por fin pude recuperar lentamente mi salud, decidí irme de allí, moverme de aquella situación que me causó molestia.

Tomé un bus nocturno al estado de Rajasthan, alguien en alguna de las muchas paradas que hace este bus bajó mi mochila y el bus arrancó dejándola botada en alguna carretera solitaria… En mi parada al no encontrar mi mochila colapsé. No lo podía creer, como lo mencioné anteriormente había empacado mi vida en 10kg, solo eran cosas materiales pero el desespero que sentí no tiene nombre. 

Llorando y quejándome con la empresa de buses, donde nadie me hablaba en inglés y solo gritaban me pasaron al teléfono a su jefe, quien sí hablaba inglés y me dice, tranquila ya estoy llamando a las estaciones de policía a ver si la encontraron en el camino…

Obviamente en ese momento mi fe estaba en el piso y más confiando que la policía iba a encontrar mi maleta, es imposible que… La encontraron en la madrugada y estaba en una estación, “se la mandamos mañana” me dijeron.

Aún no me explico cómo la recuperé realmente, India es un desastre, pero es un desastre que funciona.

 Festividad local en Udaipur

 

¡Me sentía como si me hubiese pasado un camión por encima! (emocional y físicamente)

Cuando encontraron mi mochila algo hizo click dentro de mí; o cambio mi configuración mental o este país me come viva.

Aceptación e impermanencia, nada está en mi control y nada dura para siempre. India no me tiene que gustar, pero puedo apreciar este país así tal cual es. 

Poco a poco, las cosas fueron mejorando, conocí personas bonitas y lo que antes frustraba ahora me causaba risa. Vacas empujando y latigando con su cola constantemente, personas sin respuestas de nada y solo balanceando su cabeza de un lado al otro, mil y un olores indescriptibles, trayectos de Tuk Tuk arriesgados y otros en moto aún más, especialmente conmigo gritando la mitad del camino, un poco de mierda de vaca en la ropa o zapatos y el peculiar claxon de los buses.

India es así, caótica y graciosa.

Un atardecer cautivante en un techo de Jaipur

Rajasthan se sintió como un abrazo después de haberme caído y estar toda raspada, allí empecé a cambiar de cara y me dio sed de conocer, visitar y aprender. Jaipur, Jodhpur, Jaisalmer. La ciudad rosada, azul y dorada respectivamente.

Recorrer las fortalezas, aprender más sobre la historia y cultura de la India fue maravilloso, también empecé a observar más el cielo, me di cuenta que los atardeceres en este subcontinente tienen cierto Je ne sais quoi…son especiales, por el momento, los mejores que he visto en mi vida.

Pasé una noche en el desierto en la frontera con Pakistan, toda la noche observando las estrellas y cuidando que los escarabajos no se me subieran encima.

Conocí historias y personas memorables, me llegaban mensajes de toda clase en cada experiencia… es curioso porque quería conocer a algún gurú para aprender de su sabiduría y no me di cuenta que India en sí fue mi gurú.

Pushkar, una ciudad no tan caótica con respecto al tráfico, también bastante espiritual donde por fin pude practicar yoga adecuadamente y de allí tuve mi primera experiencia con Indian Railways, honestamente a mí no me fue bien, había un olor a pecueca (palabra colombiana que hace referencia al fétido olor de pies) concentrada y el señor que estaba a mi lado jugaba con una bolita de mocos que previamente se había sacado. La experiencia en sí fue muy sucia. 

El tren me llevó a la Venecia del Este, Udaipur; la ciudad de los lagos… tiene su encanto y su ligero parecido con Venecia en ciertos puntos. Con India hay que fluir, uno tiene planes y si no son para uno, el país se encarga de llevarte donde debes estar a las buenas o a las patadas.

También los imprevistos siempre suceden, pero nada de eso está en nuestro control.


Ruinas del Ashram donde fueron The Beatles en 1968, Rishikesh.

 

He viajado sola anteriormente en varias oportunidades, sin embargo, India era un sitio al que no quería ir sola. Pero así me tocó y lo agradezco, pues aprendí demasiado. 

Ver el Taj Mahal me aceleró el corazón y emocionó demasiado, compartí citas conmigo misma, conocí personas efímeras con las cuales conecté, con unas más que con otras, pero estuve abierta a darme la oportunidad de entablar una conversación y posible amistad, que eso no es sencillo para mí.

De Auckland me fui rota… India después de tanto caos, siento que me abrazó, enseñó,  y al final puso una curita a mis heridas. Obtuve invaluables conocimientos para seguir el camino, de ahí para adelante me comprometí a tener más compasión, pero para que esta experiencia de vida sea genuina debe basarse en el respeto por el otro, darse cuenta que los demás tienen el mismo derecho a ser felices y superar el sufrimiento, tanto como uno mismo.

El agradecimiento es infinito, las lecciones quedaron marcadas en mí de por vida y por supuesto, las risas no faltaron…

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El sagrado río Ganges

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